Del producto al servicio: una transición
La transformación hacia una economía de servicios redefine la manera en que las sociedades producen, consumen e innovan. Aunque no se trata de un fenómeno nuevo, su consolidación reciente como eje dominante del valor económico revela una transición profunda: de la producción de bienes tangibles a la generación de experiencias, conocimiento y capacidades humanas.
A lo largo de las últimas décadas, prácticamente todos los países han visto una terciarización progresiva de su estructura productiva. Tras la era industrial del siglo XX, los servicios han pasado a ser el componente dominante del PIB y el empleo en las economías avanzadas, y están ganando peso en las emergentes. Por ejemplo, a nivel global la participación del sector servicios en el PIB aumentó de ~53% en 1970 a ~67% en 2021, superando el crecimiento relativo de la industria y la agricultura. En paralelo, el comercio mundial de servicios casi se duplicó de 1990 a 2022, pasando de representar el 7,6% al 13,4% del PIB, gracias a avances tecnológicos y menores costos logísticos. Este fenómeno confirma la transición pronosticada por economistas: de sociedades agrarias a industriales, y de industriales a sociedades posindustriales basadas en servicios.
Pero, ¿qué es la economía de los servicios?
”La economía de los servicios (tercer sector) se refiere a un modelo en el que la mayor parte del valor económico proviene de actividades de servicios (comercio, transporte, finanzas, educación, salud, ocio, administración, etc.), en lugar de la producción de bienes tangibles.
Esta megatendencia no solo es una consecuencia de la terciarización clásica del desarrollo económico, sino que está siendo impulsada por una combinación de factores culturales, tecnológicos y ambientales. El resultado es una economía cada vez más centrada en la provisión de soluciones integrales y en la «servitización» de productos, donde la experiencia del usuario y el valor añadido intangible toman protagonismo.
En términos conceptuales, la “economía de servicios” no solo implica que haya más servicios produciéndose, sino también una transformación en la forma de generar valor. Muchos bienes se “servitizan” (se complementan o sustituyen por servicios) y la línea divisoria entre producto y servicio se difumina. Como señala un informe de prospectiva del Copenhagen Institute for Futures Studies, hoy existe un continuo producto-servicio: las empresas ya no venden únicamente productos o servicios puros, sino soluciones integradas que combinan ambos (fenómeno conocido como servitización). Un resultado visible de ello es que el valor añadido de los servicios impregna toda la economía: incluso en la exportación de bienes manufacturados, el 37% del valor proviene de servicios (diseño, logística, marketing, I+D, financiamiento, etc.) según datos OCDE.
La economía global se está volviendo crecientemente terciaria e intangible, con un énfasis sin precedentes en actividades basadas en el conocimiento, la información, las experiencias y las capacidades humanas.
Impulsores de la megatendencia: el marco PESTEL
El auge de la economía de servicios responde a múltiples impulsores estructurales de carácter social, tecnológico, económico, ambiental, político y ecológico (marco PESTEL). A continuación, se sintetizan los principales drivers en cada dimensión:
Sociales y culturales
Urbanización y cambios demográficos han elevado la demanda de servicios urbanos mientras que el crecimiento de la clase media global y de la renta per cápita induce un mayor gasto en educación, salud, ocio, turismo y otros servicios de consumo. A nivel cultural, las nuevas generaciones otorgan más valor a las experiencias (viajes, entretenimiento, gastronomía) que a la propiedad de bienes. Este cambio de preferencias también se refleja en la economía colaborativa: hay una tendencia a compartir o alquilar en lugar de poseer (vivienda, vehículos, herramientas), siempre que el servicio asociado sea conveniente. Un ejemplo es el auge de plataformas para compartir coche o para streaming de contenido, modelos impensables décadas atrás. Además, en muchos países desarrollados la población envejecida impulsa servicios asistenciales y de salud, mientras que los estilos de vida modernos generan demanda de servicios personales (cuidado infantil, bienestar, fitness, etc.).
La sociedad del siglo XXI –más conectada, urbana y con nuevas prioridades– empuja estructuralmente hacia una economía centrada en proveer servicios especializados y personalizados.
Tecnológicos
La digitalización masiva es quizás el factor más relevante para la economía de los servicios. Las tecnologías de la información y comunicación (TIC) han reducido radicalmente las barreras de distancia y escala, haciendo posible prestar servicios de forma remota y global. De una parte, han habilitado nuevos servicios digitales, desde el comercio electrónico hasta la telemedicina. De otra parte, han convertido servicios tradicionales en ofertas en línea 24/7. Asimismo, la automatización y la IA mejoran la productividad (ej., chatbots atendiendo consultas rutinarias, algoritmos optimizando rutas logísticas), a la vez que crean categorías enteramente nuevas (análisis de macrodatos, consultoría en transformación digital, etc.). En general, la tecnología ha facilitado la escalabilidad de los servicios: plataformas como Uber, Airbnb o Amazon Web Services muestran cómo un modelo digital puede atender a millones de usuarios globalmente, algo imposible hace 20 años.
La Cuarta Revolución Industrial continúa impulsando la “servicificación” de la economía al convertir funcionalidades físicas en servicios digitales bajo demanda.
Económicos
Existen potentes drivers económicos que incentivan la expansión de los servicios. Uno es el propio cambio estructural del desarrollo: a medida que las economías crecen, la productividad agrícola e industrial aumenta y el empleo se desplaza hacia servicios (leyes de Fisher-Clark). El resultado es un incremento natural del peso del sector terciario conforme los países prosperan. Otro impulsor es la globalización y apertura comercial: aunque el comercio de bienes se ha ralentizado en años recientes, el comercio de servicios muestra un dinamismo notable y con la digitalización muchos servicios traspasan fronteras con facilidad. Las políticas de liberalización –como el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS) de la OMC y numerosos tratados bilaterales– han ido desmontando restricciones, abriendo mercados antes cerrados. Por ejemplo, muchos países han privatizado servicios públicos o permitido inversión extranjera en banca y seguros. No obstante, cabe señalar que todavía persisten barreras regulatorias significativas, cuales normas profesionales y relativas a la protección de datos, lo que indica un margen de crecimiento adicional si se reducen costes comerciales.
Desde la óptica empresarial, otro factor económico es la especialización y outsourcing: las compañías se han concentrado en sus actividades centrales y subcontratan servicios auxiliares (limpieza, logística, TI, marketing), alimentando el crecimiento de proveedores especializados. También la búsqueda de ingresos recurrentes ha llevado a muchas empresas de productos a adoptar modelos de servicios asociados (contratos de mantenimiento, leasing, suscripciones), para estabilizar flujos de ingresos. Finalmente, las economías avanzadas se apoyan cada vez más en activos intangibles –capital humano, I+D, patentes, marcas– cuyo rendimiento se materializa vía servicios de alto valor (diseño, ingeniería, software, consultoría financiera, etc.).
Se detecta un cambio estructural de desarrollo que crea un círculo virtuoso: a mayor renta y complejidad económica, mayor protagonismo de los servicios como fuente de crecimiento, empleo e innovación.
Ambientales
Aunque pueda parecer contraintuitivo, las presiones ambientales y de sostenibilidad también actúan como impulsores de la economía de servicios. Por un lado, la urgencia de mitigar el cambio climático y la escasez de recursos está fomentando modelos de economía circular, en los cuales el consumidor paga por usar un servicio en vez de comprar un bien, como en el caso del car-sharing. Este enfoque incentiva a los proveedores a diseñar bienes más duraderos, reparables y eficientes. Por otro lado, muchos servicios tienen de por sí menor intensidad de carbono que la manufactura pesada, o pueden contribuir a reducir la huella de carbono en las cadenas de suministro. Con todo, la tendencia hacia una economía más inmaterial es vista por muchos expertos como complementaria a la agenda sostenible: se promueve la “desmaterialización” y un mayor sharing de recursos.
La transición ecológica estimula nuevos servicios y modelos de negocio alineados con la sostenibilidad, a la vez que refuerza la idea de “usar en vez de poseer” que subyace en la economía de servicios.
Políticos e institucionales
Por último, las decisiones políticas y los marcos institucionales han jugado un rol facilitador. En numerosas economías avanzadas, la liberalización económica desde los años 80-90 implicó privatizar o desregular industrias de servicios cuales telecos, aerolíneas y finanzas, lo que dinamizó estos sectores bajo competencia. Asimismo, gobiernos y organismos internacionales han fomentado reformas orientadas a una “sociedad de servicios”, incentivando la innovación y emprendimiento en actividades terciarias. Políticas educativas centradas en capital humano, inversión en I+D y digitalización, y marcos regulatorios que garantizan competencia (p. ej., leyes antimonopolio en plataformas digitales y protección de usuarios) son elementos clave para el crecimiento sostenible de los servicios. La estabilidad política y el estado de derecho también son precondiciones: los servicios florecen mejor en entornos institucionales sólidos donde se respetan contratos, se protege la propiedad intelectual y se habilitan alianzas público-privadas en salud, educación, etc.
Las decisiones de política económica durante las últimas décadas han orientado las economías hacia actividades de conocimiento e intangibles.
Un nuevo ecosistema de servicios: Señales de cambio y tendencias emergentes
Numerosas señales recientes evidencian la transición hacia una economía centrada en servicios y anticipan las próximas transformaciones. Entre las tendencias emergentes más relevantes se destacan:
Plataformas digitales y economía bajo demanda
La última década ha visto la proliferación de plataformas de servicios en línea que conectan oferta y demanda al instante, transformando sectores enteros. Actividades que antes eran bienes o transacciones ocasionales ahora se ofrecen como servicios continuos vía apps. Este modelo de intermediación digital, conocido como gig economy, ha crecido exponencialmente: a nivel global se estima que la economía de plataformas movió unos 3,8 billones de dólares en ingresos en 2022. Plataformas como Uber, Airbnb y Deliveroo han logrado mejorar la eficiencia y la conveniencia para el usuario, aunque plantean debates sobre regulación laboral y competencia.
“Todo-como-servicio” (XaaS) y fin de la propiedad
En línea con lo anterior, se observa un cambio cultural y de mercado hacia el modelo Everything as a Service. Cada vez más, las empresas ofrecen productos físicos junto con servicios asociados o sustituyen la venta única por suscripciones y alquileres. Por ejemplo, fabricantes de maquinaria industrial venden capacidad o tiempo de uso mediante modelos de pago por hora de funcionamiento, compañías de software han migrado a modelos SaaS en la nube en lugar de licencias perpetuas, y hasta los videojuegos se consumen vía servicios de streaming.
Nada me pertenece. No tengo coche. No soy dueña de mi casa. No poseo electrodomésticos ni ropa. – Ida Auken, parlamentaria danesa, en 2016, sobre la ciudad del 2030.
La preferencia por la flexibilidad y la conveniencia está impulsando a las nuevas generaciones a alquilar bienes (coches, herramientas, incluso teléfonos) y a contratar servicios integrales, difuminando las fronteras entre producto y servicio.
Servitización de la industria y soluciones híbridas
Las empresas manufactureras están impulsando este cambio añadiendo capas de servicio alrededor de sus productos para aportar más valor y fidelizar clientes. Hoy en día, todo producto viene con un servicio incorporado, y muchos servicios sustituyen la necesidad del producto en sí. Un ejemplo claro es Rolls-Royce con sus motores de avión: ya no vende el motor, sino horas de vuelo garantizadas (Power by the Hour), encargándose de todo el mantenimiento – es decir, vende un resultado de servicio ligado a su producto. Del mismo modo, cada vez son más comunes los servicios asociados a productos inteligentes, empresas de electrodomésticos exploran ofrecer sus aparatos en leasing con servicios de reparación incluidos, y los fabricantes de automóviles incorporan servicios de conectividad, seguros o mantenimiento en el paquete de venta. Esta integración crea soluciones híbridas pero completas, en lugar de bienes aislados, incrementando la aportación del componente intangible en el valor final.

Expansión de servicios habilitados por tecnología (IA, big data)
Los servicios financieros han evolucionado hacia la fintech (pagos móviles, asesoría financiera algorítmica, criptoservicios) que diversifica la oferta más allá de la banca tradicional. En salud, emergen servicios de diagnóstico asistido por IA y monitoreo remoto de pacientes a través de wearables. La educación vive un auge de servicios de aprendizaje en línea que complementan o sustituyen la enseñanza presencial. Incluso en sectores como la agricultura, surgen agrotech services (monitoreo de cultivos vía satélite, suscripción a datos meteorológicos y de suelos) integrados en la cadena de valor agrícola. Estas innovaciones tecnológicas no solo crean nuevos mercados de servicios especializados, sino que están elevando la productividad del sector terciario. Según el Banco Mundial, actualmente se realiza mucho más gasto en I+D dentro de servicios que en la industria, y áreas como los servicios profesionales, científicos y técnicos crecen en importancia en países de ingresos medios. Estas tendencias están transformando la naturaleza de muchos empleos de servicios, requiriendo nuevos perfiles cualificados para desarrollar y gestionar estas tecnologías.
Trabajo remoto y globalización del talento
La pandemia de COVID-19, junto con las herramientas digitales de colaboración, han normalizado el teletrabajo y la provisión de servicios profesionales a distancia. En España cerca del 15% de los ocupados trabaja de forma remota habitual o esporádica (frente a menos del 5% antes de 2020). En países del norte de Europa o EE. UU., estas cifras son aún mayores. Esto ha llevado a una “deslocalización” del trabajo de servicios, ampliando rápidamente el mercado global de talento. Actualmente ~68% de todos los trabajadores independientes en línea del mundo residen en países de ingresos bajos y medianos, aprovechando oportunidades de exportación de servicios digitales. Esta tendencia está reduciendo la brecha tradicional en la exportación de servicios, ofreciendo a economías emergentes nichos en la cadena global de servicios (por ejemplo, Filipinas lidera en BPO call centers, India en TI, Europa del Este en desarrollo de software). El ecosistema actual es cada vez más globalizado e interconectado, donde la ubicación geográfica importa menos que la conexión a internet y las habilidades. El trabajo remoto trasciende sectores e impulsa la competencia por el talento a nivel mundial, planteando desafíos para la capacitación de la fuerza laboral local en cada país. La clave está en evitar quedarse atrás en habilidades digitales y gestión de nuevas tecnologías.
Nuevas políticas y marcos que apuntalan el cambio
Finalmente, observamos señales en el ámbito regulatorio que consolidan la economía de servicios. Por ejemplo, a inicios de 2024 la OMC logró un acuerdo para facilitar trámites internos en comercio de servicios (licencias, regulación doméstica), con potencial de reducir costos comerciales en USD 150.000 millones anuales. Asimismo, muchas ciudades y gobiernos están invirtiendo en infraestructura digital (5G, centros de datos, servicios públicos en línea) para habilitar más servicios digitales. La Unión Europea, por su parte, impulsa regulaciones como la Ley de Servicios Digitales y la Ley de Mercados Digitales para ordenar el entorno de las grandes plataformas y proteger a los usuarios, reconociendo la centralidad de estos servicios en la economía. También se ven iniciativas de formación masiva (como la Reskilling Revolution del WEF) para recalificar trabajadores hacia empleos de servicios de futuro. En países desarrollados, tras décadas de desindustrialización, las estrategias de reactivación post-COVID enfatizan el estímulo a sectores de servicios de alto valor añadido (por ejemplo, la UE con su Agenda Digital y fondos Next Generation para transformación digital y verde, que en gran medida financian servicios). Todas estas acciones institucionales refuerzan la señal de que la economía global se prepara para una etapa dominada por servicios, sentando bases normativas y de capital humano acordes.
Retos y tensiones en la era de los servicios
Aunque el avance hacia la economía de servicios es claro y está ampliamente consolidado, esta transición enfrenta importantes retos estructurales y genera tensiones socioeconómicas que requieren atención.
Precariedad laboral y la calidad del empleo
Ciertos segmentos del sector servicios, especialmente en la gig economy y los trabajos de plataforma, a menudo se basan en trabajo independiente sin las protecciones sociales de un empleo tradicional. En sectores tradicionales de servicios también persisten problemas de precariedad, como bajas remuneraciones en hostelería o comercio minorista, temporalidad elevada en turismo estacional, o largas cadenas de subcontratación en servicios auxiliares, cuales limpieza y seguridad, que diluyen responsabilidades laborales.
Lagunas regulatorias y de políticas públicas
Ante un sector servicios en rápida evolución, muchas de las normas actuales (fiscales, de defensa de la competencia, de protección al consumidor) están siendo puestas a prueba. Por ejemplo, ¿cómo gravar correctamente servicios digitales prestados desde otra jurisdicción? ¿Cómo asegurar la competencia leal cuando surgen efectos de red que tienden al oligopolio en plataformas globales?. En este contexto, la UE ha respondido con regulaciones pioneras como la Ley de Servicios Digitales y la Ley de Mercados Digitales para limitar abusos de grandes plataformas. Sin embargo, estandarizar la calidad en servicios profesionales internacionales, arbitrar disputas en servicios transfronterizos y coordinar la regulación de servicios altamente complejos (como los relacionados con datos e IA) son tareas pendientes en la gobernanza global. La rapidez de la innovación en servicios exige una respuesta ágil de las políticas públicas, equilibrando protección y flexibilidad.
Brecha digital
A medida que más actividades cotidianas, trámites y oportunidades laborales se trasladan al ámbito de servicios en línea, se corre el riesgo de exclusión de quienes no tienen acceso o competencias digitales suficientes. En la Unión Europea, todavía alrededor del 6% de la población (16–74 años) nunca ha usado Internet, porcentaje que sube a dobles dígitos entre personas mayores o en regiones rurales específicas. Esta brecha es más pronunciada a nivel global, donde miles de millones de personas en países en desarrollo carecen de conectividad de calidad.

Paralelamente, la falta de habilidades digitales, incluso dentro de las sociedades avanzadas, puede marginar a colectivos vulnerables cuales adultos mayores, zonas rurales de baja densidad, personas con menor nivel educativo. Si trámites gubernamentales, banca, educación y comercio se vuelven principalmente digitales, quienes estén desconectados enfrentarán barreras adicionales para el ejercicio pleno de sus derechos y para aprovechar oportunidades económicas.
Plano ambiental
Aunque la transición hacia servicios promete beneficios en términos de sostenibilidad y reducción de impacto material, también conlleva nuevos riesgos ecológicos derivados del aumento en la demanda energética asociada a la economía digital. Sectores intensivos en uso de datos como los centros de almacenamiento y procesamiento en la nube presentan un crecimiento exponencial de su huella de carbono, lo que requiere soluciones innovadoras para garantizar que la economía de servicios no contradiga los objetivos ambientales globales.
Un futuro cada vez más servicial
Aunque el auge de la economía de servicios es evidente, su consolidación plena dependerá en gran medida de la capacidad de adaptación colectiva. Empresas, gobiernos y ciudadanos deberán estar preparados para navegar un entorno complejo, donde la innovación tecnológica deberá equilibrarse con equidad social, protección del usuario, sostenibilidad ambiental y colaboración internacional efectiva. Más que un punto de llegada, la economía de servicios se presenta como un camino en constante evolución, que exige aprendizaje permanente y políticas proactivas para garantizar su sostenibilidad económica y social en el largo plazo.
Esta megatendencia solo es una consecuencia natural del desarrollo económico, sino una transformación paradigmática sobre qué significa crear valor en el siglo XXI. El servicio se convierte en el nuevo lenguaje de la economía para hacer frente a un mundo cada vez más conectado y sostenible. Prepararse para este futuro implica no solo adaptarse a las nuevas formas de producción y consumo, sino también garantizar que el valor generado se distribuya de manera equitativa y resiliente.
Referencias
- Copenhagen Institute for Futures Studies (2023). Global Megatrends: Shaping the Future of Societies, Economies, and Values. SCENARIO Reports No 07. Copenhagen Institute for Futures Studies. https://atelierdesfuturs.org/wp-content/uploads/2023/09/CIFS_Scenario_Report_Global_Megatrends.pdf
-
Eurostat (s. f.). Digital society statistics at regional level. Statistics Explained. Eurostat. https://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php?title=Digital_society_statistics_at_regional_level
-
Foro Económico Mundial (2017). Ocho predicciones para el mundo en 2030. World Economic Forum. https://es.weforum.org/stories/2017/02/ocho-predicciones-para-el-mundo-en-2030/
-
Gill, Indermit (2021). “¿A su servicio? Las economías en desarrollo apuestan por el sector de servicios para crecer.” Banco Mundial (Blog). https://blogs.worldbank.org/es/voices/su-servicio-las-economias-en-desarrollo-apuestan-por-el-sector-de-servicios-para-crecer/
-
Instituto Nacional de Estadística (2024). Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en los Hogares. Nota de prensa. Instituto Nacional de Estadística (INE). https://www.ine.es/dyngs/Prensa/TICH2024.htm
-
Miroudot, S. y Cadestin, C. (2017). Services in Global Value Chains: From Inputs to Value-Creating Activities. OECD Trade Policy Papers No. 197. OECD Publishing, París. https://doi.org/10.1787/465f0d8b-en
-
OCDE (2024). Revitalising Services Trade for Global Growth: Evidence from Ten Years of Monitoring Services Trade Policies through the OECD STRI. OECD Publishing, Paris. https://doi.org/10.1787/3cc371ac-en
-
Upwork (2024). Gig Economy Statistics and Market Trends for 2025. Upwork Resources. https://www.upwork.com/resources/gig-economy-statistics