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Con el crecimiento exponencial de la tecnología y la digitalización de las organizaciones, nuestra forma de trabajar y hacer negocios se ha transformado por completo. Desde la automatización hasta la inteligencia artificial, la digitalización sigue alterando la esencia de diversas industrias, generando nuevas oportunidades y desafíos. La pandemia de COVID-19 aceleró este proceso, y se estima que 466 millones de personas empezaron a utilizar Internet por primera vez durante ese periodo. 

Este número continuó creciendo de manera constante, hasta que a mediados de 2022 más del 63% de la población mundial estaba conectada, lo que equivale a 5.400 millones de personas. Sin embargo, esta creciente dependencia de la tecnología también ha generado una mayor necesidad de proteger nuestros datos y garantizar la seguridad en línea. Al mismo tiempo, una parte significativa de la población sigue desconectada. 

En la entrada de hoy, abordamos otra megatendencia: la seguridad digital. Nos enfocaremos en tres puntos clave: la adicción tecnológica en las generaciones jóvenes, el impacto de la brecha digital y la ciberseguridad. Y, para concluir, exploraremos algunas señales débiles que podrían darnos pistas sobre lo que está por venir. 

Adicción a las redes sociales 

Como el acceso a internet, el uso de redes sociales también ha alcanzado proporciones sin precedentes, integrándose en la vida diaria de millones de personas. Plataformas como Facebook, Instagram, TikTok y Twitter no solo facilitan la comunicación y el intercambio de información, sino que también moldean la forma en que consumimos contenido, formamos opiniones y nos relacionamos con los demás. Sin embargo, este fenómeno ha generado una creciente preocupación sobre el “enganche” a estas plataformas y sus efectos sobre la salud mental y el bienestar general. 

Estudios recientes demuestran que el diseño de las redes sociales, con algoritmos que priorizan la retención de usuarios y el aumento del tiempo de pantalla, puede llevar a comportamientos adictivos. Este diseño basado en la recompensa instantánea y el refuerzo positivo puede provocar un ciclo de dependencia que afecta negativamente la salud mental, especialmente entre los adolescentes y jóvenes adultos que empiezan a ansiar recompensas sociales, como visibilidad, atención y comentarios positivos de los compañeros con los cuales se comparan constantemente. Según el Chief Science Officer de la Asociación Americana de Psicología (APA), Mitchell Prinstein, «las redes sociales ofrecen las ‘calorías vacías de la interacción social’ que parecen ayudar a saciar nuestras necesidades biológicas y psicológicas, pero no contienen ninguno de los ingredientes saludables necesarios para obtener beneficios» 

En un estudio publicado por el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de Estados Unidos se ha observado un mayor riesgo de ansiedad, depresión y angustia psicológica entre los usuarios intensivos de redes sociales, especialmente entre los adolescentes. Asimismo, según la Academia Americana de Pediatría, el tiempo frente a la pantalla se asocia a déficit de atención, aumento de la agresividad y baja autoestima. Como consecuencia, la ciudad de Nueva York, el Departamento de Educación y la Corporación de Salud y Hospitales de la ciudad de Nueva York presentaron una demanda contra TikTok, Meta, Snapchat y YouTube para responsabilizar a las empresas de «alimentar la crisis nacional de salud mental juvenil». 

En promedio, los usuarios de redes sociales pasan entre 2 y 3 horas al día en estas plataformas, según datos recientes. En el caso de adolescentes y jóvenes adultos, este número puede ser aún mayor, llegando a superar las 4 horas diarias en algunos casos. Este tiempo considerable de exposición no solo desplaza actividades más saludables, como el ejercicio físico o el contacto social cara a cara, sino que también incrementa la exposición a contenido que puede influir negativamente en el bienestar emocional, contribuyendo a una mayor vulnerabilidad a problemas de salud mental. 

Impacto de la brecha digital 

A medida que la digitalización avanza, se hace evidente una creciente brecha digital entre aquellos que tienen acceso a la tecnología y aquellos que no. Según la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (ITU), un tercio de la población mundial no tiene acceso a Internet de banda ancha debido a su ubicación y recursos. En los países en vías de desarrollo, solo el 44% de las personas usan internet, frente al 87% en los países desarrollados.

Cálculos de UIT y el Banco Mundial, Banco Mundial, 2024  Notas: PIA (Países de Ingreso Alto), África Oriental (AFOR), África Occidental (AFOC), Asia Oriental y el Pacífico (AOP), Europa y Asia Central (EAC), América Latina y el Caribe (ALC), Oriente Medio y Norte de África (OMNA), Asia Meridional (AM).

Si por un lado del mundo, la pandemia de COVID-19 impulsó el acceso general a Internet, para otros países exacerbó las brechas digitales existentes. Esta disparidad no solo se refiere al acceso a dispositivos y conectividad a internet, sino también a las habilidades digitales necesarias para participar plenamente en la economía digital, dependientes de la edad y del género. 

La brecha digital tiene implicaciones profundas en términos de igualdad de oportunidades. Las personas y comunidades que carecen de acceso a tecnologías modernas están en desventaja para acceder a educación de calidad, servicios de salud y oportunidades laborales. Con muchos servicios esenciales en línea, existe el peligro real y presente de que los que carecen de acceso a Internet se queden aún más rezagados en términos de inclusión digital, enfrentándose a un aumento de la pobreza y del desempleo. 

En el ámbito educativo, la brecha digital crea barreras significativas para los estudiantes de hogares con bajos ingresos. Durante la pandemia de COVID-19, muchos estudiantes no pudieron participar en el aprendizaje remoto debido a la falta de acceso a dispositivos y a internet de alta velocidad. En España, por ejemplo, el 9.2% de los hogares con ingresos bajos no tienen acceso a internet, lo que afecta a cerca de 100,000 hogares con niños. Esta falta de acceso limita las oportunidades educativas y perpetúa las desigualdades socioeconómicas. 

Ciberseguridad 

Con el aumento de la conectividad y de la dependencia de la tecnología, cada vez se recogen más datos para ofrecer servicios personalizados y adaptados. Las empresas se enfrentan a un mayor riesgo de ataques cibernéticos que pueden tener consecuencias devastadoras, incluida la pérdida de datos, el robo de propiedad intelectual y la interrupción de operaciones comerciales. En este contexto, la ciberseguridad se presenta como en un aliado imprescindible para enfrentarse a los desafíos que supone la seguridad digital. La actualidad presenta dos formas de enfrentarse a dichos desafíos: quién se declara preocupado y cada vez consciente de la situación, aunque no haya desarrollado una estrategia clara, y quién actúa y previene una futura crisis. Tanto a nivel individual, como empresarial y gubernamental, la inminencia de esta megatendencia es evidente. 

A nivel individual, la Unión Europea llevó a cabo una encuesta sobre “La década digital” donde se pedía a los europeos que clasificaran sus prioridades en términos de prioridades nacionales entre una lista de once opciones. La respuesta más frecuenta fue la protección de los usuarios frente a los ciberataques (30 %), seguida por la mejora de la disponibilidad de internet de alta velocidad (27 %) y la protección contra la desinformación y los contenidos ilícitos (26 %). 

La década digital, Unión Europea (2023)

En el ámbito empresarial, según un sondeo impulsado por KPMG y La Vanguardia, más del 50% de las empresas considera la estrategia de ciberseguridad como “altamente prioritaria” para la alta dirección. 

La misma encuesta demostró que el 73% de las empresas encuestadas considera la mejora de su nivel de ciberseguridad como un foco principal en su estrategia de transformación digital. 

Sondeo de Pulso Empresarial, La Vanguardia (2024) 

A nivel gubernamental, esta megatendencia también ha tenido repercusiones. Por ejemplo, el Instituto Nacional de Ciberseguridad de España (INCIBE) firmó a principios de 2024 un acuerdo con la Agencia Nacional de Ciberseguridad de Italia (ACN) para llevar a cabo acciones e iniciativas conjuntas para desarrollar una cultura de ciberseguridad en los dos países, fortaleciendo las capacidades de ambos para enfrentarse a los crecientes desafíos comunes.  

A nivel global también se han llevado a cabo encuestas e investigaciones para plantear sucesivas acciones en tema de ciberseguridad. Por ejemplo, el Índice de Ciberseguridad Global (ICG)  es una iniciativa de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), el organismo especializado de las Naciones Unidas para las TIC, revela existe una necesidad urgente de abordar la creciente brecha de ciberseguridad entre los países desarrollados y los países en desarrollo. 

España se sitúa en la cuarta posición a nivel global y tercera a nivel europeo, gracias a sus esfuerzos y desarrollo de capacidad en términos de infraestructura digital, habilidades digitales y recursos. Además, su pertenencia a la Unión Europea establece un marco normativo extenso y restrictivo para regular la ciberseguridad.  La normativa aplicable incluye: 

  • La Ley de ciberseguridad de la UE, para la regulación de la Agencia de la Unión Europea para la Seguridad de las Redes y la Información (ENISA) y la certificación de ciberseguridad común para bienes de tecnología de la información y las comunicaciones (TIC).  

¿Qué pueden o deben hacer las organizaciones? 

Una megatendencia es un fenómeno imposible de evitar, pero es posible mitigar su impacto y anticiparse a los desafíos y oportunidades que trae consigo. Las organizaciones, al enfocarse en esta megatendencia, pueden adoptar medidas que se adapten a su sector y a su contexto específico. 

Por un lado, muchas empresas ya están invirtiendo en soluciones digitales para agilizar procesos y aumentar la eficiencia operativa.  

Según una encuesta del Banco Mundial, entre abril de 2020 y diciembre de 2022, el porcentaje de microempresas (de 0 a 4 empleados) que invirtió en soluciones digitales se duplicó del 10% al 20%, mientras que los datos recopilados sobre las grandes compañías (más de 100 empleados) revelan que dicho porcentaje se triplicó, del 20% al 60%. Entre las áreas geográficas con más influencia, Asia oriental se posiciona en primer lugar, cuadruplicando sus inversiones digitales entre 2020 y 2022.  

Encuesta de opinión de las empresas, Banco Mundial, 2024
Notas: Asia oriental y el Pacífico (AOP), Europa y Asia central (EAC), América Latina y el Caribe (ALC), Oriente Medio y Norte de África (OMNA), Asia meridional (AM), África al sur del Sahara (ASS).

Además, las organizaciones no solo deben centrarse en proteger sus sistemas y datos, sino también en cerrar la brecha digital a nivel interno y externo. A medida que avanza la digitalización, quienes no tienen acceso a la tecnología o carecen de habilidades digitales adecuadas están en desventaja. Por lo tanto, invertir en educación digital se convierte en una prioridad clave. La educación no solo es crucial para dotar a los empleados de las herramientas necesarias para trabajar en un entorno digital seguro, sino que también contribuye a reducir la brecha digital, un fenómeno que afecta a las comunidades y genera desigualdades socioeconómicas. 

Aquí es donde la conexión con las redes sociales y la educación digital se vuelve evidente. A medida que más personas se conectan a Internet y a las redes sociales, se incrementan los riesgos asociados a la exposición prolongada a entornos digitales poco controlados. Las organizaciones deben ser conscientes de que el “enganche” a las redes sociales y las consecuencias psicológicas derivadas pueden afectar la productividad de sus empleados y el bienestar general de sus comunidades. Además, los jóvenes, que son usuarios frecuentes de estas plataformas, requieren formación y concienciación para aprender a utilizarlas de forma saludable y segura. 

Por tanto, las organizaciones tienen la responsabilidad de promover un uso responsable de la tecnología y fomentar la ciberseguridad no solo entre sus empleados, sino también entre sus clientes y usuarios. Programas de formación en competencias digitales y en el uso seguro de internet, junto con la implementación de políticas de bienestar digital que eviten la sobreexposición a las redes sociales, son esenciales para combatir tanto las adicciones digitales como los riesgos de ciberseguridad. 

El Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) propone un decálogo para mejorar el nivel de ciberseguridad en las empresas. Antes de implementar cualquier medida de ciberseguridad, el INCIBE considera fundamental realizar un análisis de riesgos. Identificar las amenazas a las que la organización está expuesta es esencial para proponer medidas para mitigar sus efectos. Es fundamental que las empresas familiaricen con conceptos cuales la inteligencia de ciberamenazas (CTI por sus siglas en inglés). Esta inteligencia se basa en datos y conocimientos detallados sobre las amenazas de ciberseguridad que puedan impactar a una empresa, y sirve para anticipar ataques y reducir los costos de detección. 

Para adquirir una comprensión profunda y completa sobre la ciberseguridad, la educación es otra pauta esencial según el decálogo del INCIBE. El 85% de los directivos encuestados por KMPG y Lavanguardia considera la formación interna como medida prioritaria para impulsar la seguridad en el proceso de transformación digital. Es imprescindible extender ese conocimiento a toda la empresa, empezando por los directivos, y asegurar que la formación en ciberseguridad sea accesible y continua para todos los empleados. 

Sondeo de Pulso Empresarial, La Vanguardia (2024) 

Además, las organizaciones deben estar atentas a las regulaciones y estándares de seguridad digital en constante evolución, asegurándose de cumplir con los requisitos legales y proteger la privacidad de los datos de sus clientes. Esto implica mantener todas las aplicaciones y sistemas al día con las últimas actualizaciones, utilizar herramientas de protección e invertir en sistemas de seguridad robustos para establecer protocolos de respuesta ante incidentes. De esta manera, las empresas pueden proteger sus activos digitales, garantizar la continuidad del negocio y mantener la confianza de los clientes y socios comerciales.  

Señales a tener en cuenta 

El futuro digital plantea retos complejos, pero las organizaciones pueden y deben adelantarse a ellos invirtiendo en tecnología segura, fomentando la educación digital y colaborando en soluciones globales para combatir las amenazas cibernéticas. La clave está en equilibrar la protección de los sistemas con la inclusión digital, asegurando que los beneficios de la tecnología sean accesibles para todos. 

En este contexto, también es crucial prestar atención a las «señales débiles» o “weak signal” que están surgiendo alrededor de esta megatendencia. Estas señales apuntan a posibles desarrollos que podrían tener un impacto significativo en el futuro, pero que actualmente no han sido plenamente reconocidos. Entre ellas destacan la ciberseguridad orientada al bienestar mental, la microsegmentación en la educación digital para poblaciones vulnerables, y el uso de inteligencia artificial como herramienta preventiva para identificar ciberamenazas antes de que se materialicen. Además, la creciente integración de la ética digital, la creación de infraestructuras de internet locales y autosuficientes, y la monetización del bienestar digital son indicios de cambios que podrían redefinir la forma en que las empresas y los gobiernos abordan la ciberseguridad y la inclusión digital. 

Estas señales débiles subrayan la importancia de mantener una visión anticipada y adaptable, no solo para abordar los desafíos actuales, sino también para prepararse para las oportunidades y riesgos emergentes en un mundo cada vez más interconectado. 

  1. Ciberseguridad para la salud mental: A medida que crece la preocupación por los efectos de las redes sociales en la salud mental, podrían surgir tecnologías y políticas de ciberseguridad diseñadas para proteger el bienestar emocional de los usuarios. Esto podría incluir herramientas de monitoreo y regulación del uso de redes sociales para evitar el «enganche» o la adicción digital, tanto para individuos como para empresas. 
  2. Microsegmentación en la educación digital: El creciente uso de la tecnología en la educación, junto con el aumento de la brecha digital, podría llevar a la aparición de programas educativos ultra-segmentados, dirigidos específicamente a comunidades vulnerables que aún no han sido alcanzadas por los métodos tradicionales. Soluciones personalizadas para diferentes segmentos de la población podrían volverse cada vez más comunes para cerrar la brecha digital. 
  3. Ciberdefensa preventiva con IA y aprendizaje automático: La utilización de inteligencia artificial no solo por los ciberdelincuentes, sino también como herramienta preventiva por parte de empresas y gobiernos, podría transformar la seguridad digital en una dinámica más proactiva. Algoritmos predictivos que identifiquen amenazas antes de que se materialicen son una señal débil que podría influir en cómo se desarrollan las estrategias de ciberseguridad en el futuro. 
  4. Integración de la ética digital: Existe una creciente conciencia sobre la necesidad de que la ética digital esté más integrada en la formación empresarial y en las regulaciones gubernamentales. Este movimiento podría llevar a un auge de la «ética digital», donde las organizaciones no solo se preocupen por la seguridad de sus sistemas, sino también por el uso ético de los datos y las tecnologías, incluyendo temas como la privacidad, la transparencia y la responsabilidad social. 
  5. Consolidación de infraestructuras de Internet locales: En respuesta a la brecha digital, podría haber una tendencia emergente hacia la creación de infraestructuras de internet locales y autosuficientes en comunidades rurales o marginadas, impulsadas por la tecnología de redes de malla o soluciones descentralizadas. Esto permitiría el acceso a internet en áreas donde las grandes infraestructuras comerciales no han llegado. 
  6. Monetización del bienestar digital: El enfoque en la salud mental y el bienestar en línea podría dar lugar a nuevas industrias o modelos de negocio centrados en la monetización del bienestar digital, donde empresas tecnológicas y proveedores de servicios creen soluciones pagas que ayuden a los usuarios a regular su tiempo en línea y su salud mental frente a la adicción a las redes sociales.

 


 Referencias